viernes, 7 de agosto de 2009

Paisaje distante

Hacerse a la idea no ha sido fácil.
Contemplar el paisaje desde lejos nos lastima,
nos hiere, nos mutila.
Desde “Chernobyl” el sueño es otra cosa
y la vigilia, mucho más que una nube radiactiva:
es ¡no tocar!, ¡no acercarse!
Es la imposibilidad de explicarle al hijo menor
que el parque y el jardín se ven mejor así:
“desde lejitos”. Protegidos por el breve marco
y el cristal de una ventana.
Constatar, desde el refugio de una casa,
cómo el tiempo lentamente se desgaja.
Es no llorar, contenerse,
cuando descubres que tu compañera
ha estado regando –durante años y a escondidas-
una docena de rosas de artificio,
como una protesta dolorosa y en silencio,
como un acto de nostalgia
por
todo
lo
perdido.